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Los exploradores que alcanzaron la Luna en la pionera película de George Meliès fueron lanzados hasta nuestro satélite con un gran cañón. Así, a lo bestia. El único cálculo complicado era saber la longitud del cañón y la cantidad de pólvora necesaria para impulsar el proyectil (tal y como explicó Julio Verne en "De la Tierra a la Luna", novela en la que está basada ligeramente la película). Faltaban 67 años para que Neil Armstrong pronunciara su célebre frase sobre pequeños pasos y grandes saltos con la que pasaría a la posteridad, por lo que se puede considerar que Meliès se adelantó a su tiempo. Ciertamente, el hombre llegó a la Luna, pero a Meliès en realidad le importaba bien poco si su propuesta para el viaje era plausible. Si había que meter a unos tipos en un cañón, los metía; si tenían que dormir en mantas sobre la superficie lunar, pues dormían; y si una vez allí se liaban a golpes con unos selenitas de lo más peculiares, pues se liaban. Lo del francés era la magia y la fantasía, no la rigurosidad científica.
Desde 1902, año del estreno de "Viaje a la Luna" -en su día una superproducción, que llevó varios meses de rodaje, algo totalmente inusual entonces-, el cine de ciencia ficción ha seguido imaginando cómo será el futuro. Pero para el espectador actual, la posibilidad de que un cohete se clave en el ojo de un satélite ya sólo funciona como premisa cómica. Las nuevas producciones cinematográficas se preocupan, y mucho, de que sus historias tengan la suficiente credibilidad científica. Para ello se rodean de una buena cantidad de asesores que intentan que la ficción y las leyes de la física cuántica (por poner un ejemplo que suena suficientemente complejo) no resulten incompatibles. La física cuántica es precisamente la especialidad de Spiros Michalakis, doctor en esta especialidad y consultor para distintas producciones de Hollywood como “Ant-Man”. El griego afirma que descubrió hace tiempo que no es “un científico al uso. Nunca he trabajado en un laboratorio y no recuerdo la última vez que hice un experimento y recogí datos. Soy físico matemático, una criatura mítica que tanto los físicos como los matemáticos consideran una abominación. El trabajo de mi tribu científica es probar teoremas sobre la realidad física".
Podría considerarse entonces que los científicos como Michalakis son unos aguafiestas, gente antipática que demuestra las imposibilidades de las teorías más arriesgadas. Pero Spiros no está de acuerdo con esta concepción: "El mundo es un lugar maravilloso lleno de ideas poderosas esperando ser descubiertas, sintetizadas, convertidas en películas, videojuegos, gadgets o tecnologías para salvar el planeta. La gente que está cambiando el mundo y divirtiéndose mientras lo hace son quienes reconocen el increíble potencial de las artes creativas para humanizar y expandir la ciencia". Michalakis comparte con los mejores cineastas esa capacidad de fabular -que no es otra cosa que explicar la realidad de una forma distinta- y en la actualidad trabaja para que la nueva versión de “Un viaje alucinante” que produce James Cameron logre convencernos de que un submarino y su tripulación pueden reducirse de tamaño para viajar por el torrente sanguíneo de un ser humano. El reto no parece asustarle: “cuando un hombre se vuelve subatómico se comporta como una partícula de luz”, asegura. Y sonríe...
Texto: José L. Álvarez Cedena
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Desde 1902, año del estreno de "Viaje a la Luna" -en su día una superproducción, que llevó varios meses de rodaje, algo totalmente inusual entonces-, el cine de ciencia ficción ha seguido imaginando cómo será el futuro. Pero para el espectador actual, la posibilidad de que un cohete se clave en el ojo de un satélite ya sólo funciona como premisa cómica. Las nuevas producciones cinematográficas se preocupan, y mucho, de que sus historias tengan la suficiente credibilidad científica. Para ello se rodean de una buena cantidad de asesores que intentan que la ficción y las leyes de la física cuántica (por poner un ejemplo que suena suficientemente complejo) no resulten incompatibles. La física cuántica es precisamente la especialidad de Spiros Michalakis, doctor en esta especialidad y consultor para distintas producciones de Hollywood como “Ant-Man”. El griego afirma que descubrió hace tiempo que no es “un científico al uso. Nunca he trabajado en un laboratorio y no recuerdo la última vez que hice un experimento y recogí datos. Soy físico matemático, una criatura mítica que tanto los físicos como los matemáticos consideran una abominación. El trabajo de mi tribu científica es probar teoremas sobre la realidad física".
Podría considerarse entonces que los científicos como Michalakis son unos aguafiestas, gente antipática que demuestra las imposibilidades de las teorías más arriesgadas. Pero Spiros no está de acuerdo con esta concepción: "El mundo es un lugar maravilloso lleno de ideas poderosas esperando ser descubiertas, sintetizadas, convertidas en películas, videojuegos, gadgets o tecnologías para salvar el planeta. La gente que está cambiando el mundo y divirtiéndose mientras lo hace son quienes reconocen el increíble potencial de las artes creativas para humanizar y expandir la ciencia". Michalakis comparte con los mejores cineastas esa capacidad de fabular -que no es otra cosa que explicar la realidad de una forma distinta- y en la actualidad trabaja para que la nueva versión de “Un viaje alucinante” que produce James Cameron logre convencernos de que un submarino y su tripulación pueden reducirse de tamaño para viajar por el torrente sanguíneo de un ser humano. El reto no parece asustarle: “cuando un hombre se vuelve subatómico se comporta como una partícula de luz”, asegura. Y sonríe...
Texto: José L. Álvarez Cedena
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Cine más ciencia, una ecuación que funciona elton john | |
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Science & Technology | Upload TimePublished on 9 May 2016 |
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